Emprendimos el viaje

Cuando emprendí este viaje, buscando la frontera de tus labios, donde escondiste el delito de amarte, donde quitaste la vida de mis sueños, para apoderártelos, dejándome a la deriva de tu amor, expulsaste de mi lado la nostalgia del pasado, para abrazarme con toda la lujuria de tu amor puro. Secaste las lágrimas de mis mejillas, con tus manos de silencio, te apoderaste de mi impulso de seguir, tomaste en tu cintura el deseo de amarte, y comprendiste que mi mirada encierra el misterio que te has dispuesto a expulsar para que puedas verte en ellos. Y el horizonte ahora eres tú, sin ti, estaré perdido, naufragando el bullicio del olvido.


Aun, cuando las llamas del universo encendieran nuestro sendero, ahí los dos, frente a todas las posibilidades del no seguir, de quedarnos estancados, frenando el anhelo de poder seguir juntos, con el miedo que me embargabas más a mi que a ti. Tomaste suavemente tu mano, con tal fuerza que encendiste, paradójicamente una llamarada que atemorizaba a todas las demás, mire en ti la paz del amor, y aun con cierto temor, me llevaste adelante, y me susurraste al oído, “ Nuestro amor, es más grande que todo aquello que esta a nuestro alrededor, no temas amor, aquí estoy para ti”. El fuego nos abrazo, con ternura y nos dijo, “Encontraran llamaradas que querrán derretir el amor que han forjado, pero si están juntos la vida no los apartara”.


Tomaste mi cansancio, besaste mis pensamientos y me abrazaste mirándome fijamente y dijiste: “Amor, aquí siempre estaré tomándote de la mano, no tengas miedo”. Al cometer el delito de amarte mi vida encontró la libertad. Con todas las notas de tus labios, produces la melodía de amarte en cada segundo de tu respiración, aunque no vuelvan más por mí, que sigues a mi lado, y eso basta para poder saber que soy feliz, y aunque mil llamaradas de incendios quieran abatir este amor, jamás te soltare la mano. Amor mío.